Apóstoles en la Iglesia


Presentamos una reflexión que expusimos el año pasado y que formaba parte de una serie de sermones al rededor de la segunda epístola de Pablo a Timoteo.

«Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, según la promesa de la vida que es en Cristo Jesús, a Timoteo, amado hijo: Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Señor.» 1ra Timoteo 1:1

El autor de esta carta es Pablo. Quien la recibe es Timoteo, un amigo del apóstol. Sin embargo, el tono con el que empieza la carta da muestras de que la misma tiene un determinado carácter formal. Esto lo podemos ver en el hecho de que se asigne enfáticamente el título de Apóstol. Hoy en día se ha empezado a utilizar nuevamente el término Apóstol para designar a determinados ministros del evangelio. Por esto, debemos hacer algunas aclaraciones al respecto.

Es necesario notar que en el texto bíblico el término Apóstol se refiere de manera indistinta a Jesucristo1, a los apóstoles2, a Pablo3 o a diversos mensajeros de las iglesias cristianas a quienes se hace referencia sin ser nombrados explícitamente como en 2da de Corintios 8:234. Silvano y Timoteo son denominados apóstoles en 1ra Tesalonicenses 2:5ss5. Efesios 4:11 hace mención del apostolado como de uno de los ministerios de la iglesia local. Finalmente, Pablo llama a Andrónico y a Junías apóstoles en Romanos 16:76

Dicho cargo, en la iglesia primitiva tenía un alto valor pues se trataba de un llamamiento a velar por el bienestar espiritual, doctrinal y aún físico de las diversas iglesias. La palabra apóstol significa literalmente “enviado”. Un enviado debe tener necesariamente alguien que lo envió. En el caso del cristianismo los apóstoles tienen como punto de partida a Jesucristo. A un apóstol se lo reconocía por el hecho de haber estado en presencia de Jesucristo. En el caso de Pablo, su cargo de apóstol lo avala, no en el hecho de ser testigo físico de la vida muerte y resurrección de Cristo. Él fundamenta su llamamiento al apostolado en sus fatigas y trabajos a causa del evangelio7. De igual manera se halla fundamentado en el llamamiento específico que Jesucristo le había hecho a él “como a un abortivo” (1ra Corintios 15:8).

Hoy en día se habla de un resurgimiento del don de apóstol. C. Peter Wagner dice al respecto: “… Dios comenzó a preparar el camino para el resurgimiento de los apóstoles luego de la Segunda Guerra Mundial, al tiempo que algunas iglesias y agrupaciones de iglesias empezaron a reconocer el cargo de apóstol.” (Wagner, 2004: 10).

El autodenominado “apóstol y profeta” Rony Chávez habla de una ola y reforma apostólicas que provocarían, según dice, lo siguiente:

1- Levantarán multitud de Apóstoles en toda la tierra.

2- Impartirán a la Iglesia el «Espíritu Apostólico de Cristo».

3- Restaurarán el Gobierno Teocrático y Apostólico en el Cuerpo del Señor.

4- Provocarán la ola de señales y milagros más extraordinarios que se han visto antes masivamente. 5- Establecerán a la Iglesia como una «Compañía Apostólica» hombres y mujeres con una visión, una comisión, un llamado y una unción para establecer el Reino de Dios entre los pueblos.

6- Quebrantarán el gobierno de Satanás entre nuestras naciones.

7- Acercarán los diseños y estrategias del cielo a la tierra8.

En ambos casos así como en muchos otros, la pretendida renovación apostólica se halla relacionada con el afán de retomar el poder y la autoridad atribuidos a los primeros apóstoles. El mismo Wagner explica al respecto que “existen varios aspectos que diferencian a los apóstoles de los demás miembros de la iglesia, pero el más importante, aquel que se destaca, es la autoridad” (Wagner, 2004: 19). Lo esencial de la renovación apostólica es, en definitiva, el fortalecimiento de un marco autoritario de gobierno que busca subyugar a los demás ministerios y congregaciones en base a una falseada interpretación del texto bíblico.

Si volvemos a la Palabra de Dios y analizamos las supuestas bases del movimiento apostólico9 nos encontramos con las bases de esta tergiversación.

En primer lugar, debemos notar que, en base a lo que hemos expuesto más arriba, existen tres tipos explícitamente diferenciados de apóstoles en el Nuevo Testamento.

  1. Jesucristo que, según Hebreos 3:1, es apóstol o enviado de Dios a los hombres. En esta esfera de enviado directo de Dios sólo puede estar Jesucristo mismo como Hijo suyo.
  2. Los doce y Pablo “constituyen la norma en cuanto a doctrina y comunión en la iglesia del Nuevo Testamento” (Diccionario Certeza). Estos son apóstoles o enviados de Jesucristo. Son ellos el tribunal último en cuestiones de fe y doctrina. Y esto, no en base a éxtasis místicos o a “revelaciones directas de Dios”10 de última hora sino en base al conocimiento de las palabras y ministerio de Jesús. De hecho, aunque considerándose él mismo apóstol, Pablo acude a las “columnas” de la iglesia, es decir a los doce apóstoles cuando tiene un problema doctrinal: ¿se debe o no se debe circuncidar a los no-judíos para que sean cristianos? (Gálatas 2:1-6). Ellos marcan el fundamento doctrinal de la iglesia. Sin embargo, a diferencia de lo que plantean los neo-apóstoles, en el Nuevo Testamento hallamos prueba de que los apóstoles no son infalibles y que su conducta debe someterse al juicio de los creyentes. Así el caso de Pedro quien es reprendido por Pablo según Gálatas 2:11-14
  3. En última instancia encontramos a los apóstoles o enviados de las iglesias que son aquellos a quienes una determinada iglesia encomendaba un misión específica a ser llevada a cabo en otra iglesia o región. Así 2 Corintios 8:23 hace referencia a ciertos hermanos que son “mensajeros” de las iglesias de Cristo. Aquí, en el original, usa Pablo la palabra “apostoloi”, es decir son “apóstoles” de las iglesias de Cristo. Vendrían a ser algo similar a los misioneros de nuestra actualidad. Es posible que en esta escala entren los apóstoles a los cuales se les apareció Jesúcristo luego de haber aparecido a los doce, según 1 Corintios 15:5-7

En la actualidad, un apóstol o enviado de Dios en el sentido que es atribuido a Cristo en Hebreos 3:1 no se podría dar pues hablaríamos de que Jesús no es el unigénito del Padre.

Un apóstol en el sentido de los doce o de Pablo con autoridad para sentenciar sobre cuestiones de fe y como máxima autoridad de la Iglesia tampoco podríamos aceptar en nuestros tiempos pues Pablo mismo se considera el último apóstol y lo es, según sus palabras, tan solo como “un abortivo” (1 Corintios 15:8-9).

Un apóstol en el sentido de enviado, mensajero o delegado de una iglesia a otra, es decir, en el sentido misionero, sería el único modo en que podríamos aceptar el apostolado en la actualidad.

Los textos en los que se basa la nueva reforma apostólica no justifican tal renovación. Efesios 4:11 habla de los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. De estos, tanto los primeros como los segundos tenían cierta autoridad sobre toda la iglesia de Cristo. De todos modos, como hemos visto, esta autoridad se basaba en el conocimiento cara a cara del Señor Jesucristo11 y en el conocimiento de su resurrección. Es así que el ministerio apostólico finaliza ya para la segunda generación de creyentes.

En el caso de Efesios 2:20 se habla del fundamento de los apóstoles y profetas. De todos modos, el énfasis está puesto en Jesucristo. De tal modo que, “la edificación se funde en las enseñanzas de éstos, no como fundamento propio, sino las enseñanzas que éstos habían dado acerca de Jesús” (Comentario Mundo Hispano, e-Sword). La base no son las personas en sí, sino la enseñanza que de Jesucristo dejaron los apóstoles.

Finalmente, el hecho de que el énfasis recaiga sobre los apóstoles y profetas en 1ra de Corintios 12:28 es en razón de que su enseñanza y doctrina son regla para toda la iglesia. Una vez que aquellos que conocieron a Jesús en la tierra han fallecido, nos queda la doctrina de los apóstoles en la cual debemos perseverar. Una iglesia apostólica no es aquella que sigue a pseudo-apóstoles que predican prosperidad y exigen lealtad absoluta sino que es apostólica aquella en la cual se predica la doctrina de los apóstoles12, es decir las enseñanzas de la Sagradas Escrituras13.


1Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús… (Hebreos 3:1).

2Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Jacobo hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo, el publicano, Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por sobrenombre Tadeo, Simón, el cananita, y Judas Iscariote. (Mateo 10:2-4)

3 Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios. (Romanos 1:1)

4En cuanto a Tito, es mi compañero y colaborador para con vosotros; y en cuanto a nuestros hermanos, son mensajeros (apostoloi) de las iglesias y gloria de Cristo. (2da de Corintios 8:23)

5…porque [Pablo, Timoteo y Silvano] (cf. 1ra Tesalonicenses 1:1) nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia. Dios es testigo. Tampoco buscamos gloria de los hombres, ni de vosotros ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo.

6La versión Reina-Valera traduce: “Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y mis compañeros de prisiones, los cuales son muy estimados entre los apóstoles, y que también fueron antes de mí en Cristo”. Más adecuada es la traducción de la Biblia Latinoamericana: “Saluden a Andrónico y Junías, mis parientes y compañeros de cárcel. Son apóstoles muy conocidos y se entregaron a Cristo antes que yo.” En griego: οἵτινές εἰσιν ἐπίσημοι ἐν τοῖς ἀποστόλοις. La partícula “ἐν” denota pertenencia al círculo de los apóstoles.

7En 2 Corintios 11: 16-28 Pablo distingue su ministerio de aquel que desarrollaban los falsos apóstoles (2 Corintios 11: 13) por medio de la evidencia de sus sufrimientos en nombre de Cristo.

8Tomado de: http://apostol.zoomblog.com/

9Según Wagner son tres los versículos de prueba: Efesios 4:11; Efesios 2:20; 1ra Corintios 12:28 (Cf. Wagner, 2004: 7-9)

10Cf. Wagner, 2004: 28

11En 1ra Corintios 9:1 por medio de un par de preguntas retóricas Pablo asevera haber conocido al Señor en su ministerio terrenal: “¿Es que yo no soy un apóstol? ¿Es que no he visto a Jesús nuestro Señor?”

12Cf. Hechos 2:41-42

13Cf. 2 Pedro 3:2.

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