LA BANALIDAD


La Banalidad

Salmo 4

 

La Biblia habla vez tras vez de la vanidad. De hecho, más de 80 veces aparece la misma en toda la Biblia. De todos modos, el concepto no tiene tanto que ver con el deleite de contemplarse en un espejo sino con aquello que el diccionario llama “caducidad de las cosas de este mundo”. La persona vana siente confianza en las cosas pasajeras de la vida. El hombre que es banal cree que puede jactarse y gloriarse de las cosas insustanciales de este mundo que pasa.

La Biblia nos insta a recordar a cada paso que todo cuanto hay en este mundo es pasajero, superfluo e insustancial. Sólo aquello que viene de Dios realmente podemos considerar valioso.

El salmo 4 es un debate en el corazón del salmista contra aquellas personas que cimentan su vida sobre las cosas pasajeras de este mundo. El verso dos donde dice: “¿hasta cuándo volveréis mi honra en infamia, amaréis la vanidad y buscaréis la mentira?”. Bien lo podríamos parafrasear diciendo: ¿Hasta cuando van a seguir burlándose de mi fe en Dios1, hasta cuando seguirán amando las cosas insustanciales y pasajeras de la vida, hasta cuando la banalidad será para ustedes un tesoro?

El salmista los (nos) enfrenta entonces a la noche. Aquel que tiene su confianza puesta en las cosas de este mundo, ¿podrá alcanzar el descanso nocturno? No hay seguridad que valga, no hay palabras que tranquilicen a quien se halla confiado en las cosas que vienen y van en esta vida. Por ello, aquel que confía en lo pasajero, no podrá dormir en paz pues su corazón estará sobresaltado por la posibilidad de perder cuanto posee. Examinen su corazón, dice el salmista, en la quietud de la noche. De hecho, ellos mismos pueden constatar cuán difícil es el descanso para quien ha puesto su confianza en en el aquí y ahora.

Por el contrario, más que si tuviera todas las posesiones de aquellos, el salmista asegura deleitarse y alegrarse gracias al Señor su Dios. Termina afirmando contundentemente: en paz me acuesto y duermo plácidamente porque Tu Señor me haces vivir confiado.

Sepamos poner nuestra confianza no en las cosas que van y vienen en este mundo: las posesiones, las riquezas, la fama, la gloria, etc. Pongamos nuestra confianza en aquel que guarda de nosotros como a las pupilas de sus ojos.

1Cuando el salmista dice mi honra también puede ser entendido como “el que es mi honra”, es decir Dios.

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