Soy yo acaso guarda de mi hermano


Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra.

Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante.

Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.

Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.

Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.

Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en la tierra.

Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado. He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará. Y le respondió Jehová: Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara. Salió, pues, Caín de delante de Jehová, y habitó en tierra de Nod, al este del Edén.

Génesis 4:1-16

La Raza de Caín

El relato bíblico sobre el fratricidio de Caín tiene como punto crucial la pregunta de Dios: ¿Dónde está tu hermano? Nos hallamos fuera del Edén. Adán y Eva pecaron y como consecuencia de ello fueron expulsados del jardín. Ahora, el hombre y la mujer se hallan relativamente solos frente al mundo. Aunque Dios no los ha desamparado, ahora las circunstancias han cambiado. Eva da a luz dos niños los cuales crecen en aquella tierra inhóspita. Uno de los chicos se dedica a la agricultura mientras que el otro hace del pastoreo su profesión.

No se nos da referencia alguna a ningún incidente previo que hubiese llevado a los chicos a enfrentarse con anterioridad. Sólo hallamos el relato del fratricidio. La muerte de Abel, el desentenderse de Caín y la decisión de Dios al respecto.

El relato de Caín y Abel ha causado gran impacto en la imaginación de todos los tiempos. Libros, películas y poemas se han hecho en honor a este relato. El film “Al este del Edén” desarrolla en otro contexto la idea de este odio entre hermanos. Mirando en la Internet hallé un videoclip de alguna canción de Hip-hop basada en la frase: ¿Soy yo el guardián de mi hermano? Aún el mismo Charles Baudelaire escribió un poema sobre este relato. En su libro “Las flores del mal”, en la sección “rebelión” y en su consabido estilo transgresor se pone del lado de Caín y escribe estos versos:

Raza de Abel, duerme, bebe, come;

Dios, complaciente, te sonríe.

Raza de Caín, en el fango arrástrate

y muere miserablemente.

Raza de Abel, ¡Al Serafín

le agrada tu sacrificio!

Raza de Caín, ¿tendrá fin

tu suplicio?

Raza de Abel, mira el triunfo

de tu ganado y de tus siembras;

Raza de Caín, tus entrañas aullan

de hambre cual un perro viejo.

Raza de Abel, caliéntate el vientre

en tu hogar patriarcal;

Raza de Caín en tu propio antro

tiembla de frío, ¡mísero chacal!

 Raza de Abel, ¡ama y prolifera!

Tu oro también crea niños.

Raza de Caín, corazón que arde,

apaga esos apetitos crueles.

¡Raza de Abel, que creces y roes

como chinches la madera!

¡Raza de Caín, por lo caminos

arrastra a tu familia en ruinas!

Lo cierto es que mientras a algunos ha horrorizado el acto perpetrado por Caín, otros han buscado refugio en Caín y se sienten identificados con el fratricida por el castigo que cae sobre él. Este último es el caso de Baudelaire quien se identifica con Caín y en la última parte de su poema anima a la raza de Caín a subir al cielo y arrojar a Dios sobre la tierra[1]

Aquel Caín, echado de la presencia de Dios, no queda del todo desamparado. Dios aun está dispuesto a guardar la vida de aquel asesino. Al final del relato se nos dice que Dios pone una señal sobre él para que cualquiera que lo vea no lo mate. Aquel Caín es advertido de las consecuencias de las acciones que está a punto de cometer. Dios lo toma y le dice: «¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar.»[2] Con todo, Caín abre la puerta al rencor y deja que este lo domine perpetrando el crimen que le exigía.

¿Dónde está tu hermano?

La pregunta surge entonces: ¿Dónde está tu hermano? A Adán Dios le hizo una pregunta similar: ¿Dónde estás?[3] La situación ha cambiado. Ahora no se reclama a Caín por él mismo, se lo llama para indagar por su hermano. Con Adán y Eva la pregunta es por ellos y por sus acciones, ahora la pregunta es por el prójimo. Así, si el primer pecado fue de desobediencia a Dios, el segundo fue de egocéntrico descuido del prójimo.

Desde entonces, Dios sigue preguntándonos por el prójimo. Lastimosamente, hasta hoy en día la respuesta parece seguir siendo la misma: ¿acaso soy guardia de mi hermano?

Aun quienes en su rebeldía a Dios se identifican con el “pobre” Caín, siguen el mismo patrón, no ya sólo de una raza, la raza de Caín, sino el de toda la raza humana.

Así como la tecnología y la modernidad científica nos han ayudado a tener un mejor estilo de vida, nos han permitido tener el mayor número de muertes por causa de la guerra. Hace poco en los medios de comunicación resonaron los casos de tortura más salvajes imaginables realizados por uno de los países más desarrollados: Estados Unidos. En nuestro país, según la revista Vanguardia el índice de robos asciende a más de 3000 en Quito y a cerca de 1500 en Guayaquil en lo que va del año. El índice de asesinatos es 36 en Quito y 340 en Guayaquil, a nivel nacional llega a los 1500 casos el número de muertes violentas. Los anuncios de sicarios listos para operar desde los 20 dólares se exhiben en la Internet[4]. La vida del prójimo cada vez vale menos para nosotros.

En la televisión pasó hace varios meses un reportaje de la prensa israelí en el que se muestra una cámara oculta mientras filma al tránsito de Tel Aviv. Un motociclista cae y queda inconsciente en la avenida. Los vehículos siguen circulando sin hacer caso del hombre que se halla tendido en medio de la avenida. Algunos avanzan a gran velocidad hasta que se topan con el cuerpo, frenan, se desvían y siguen adelante. Debió pasar poco más de un minuto hasta que una persona se acercase a ver si aquel motociclista seguía vivo y para prestarle alguna ayuda.

Mi esposa me comentó el caso de una mujer que en algún lugar turístico de Europa se lanzó al agua a rescatar a su hija que se ahogaba. Los transeúntes se dedicaron a filmar a la señora mientras intentaba rescatar a su hija. La mujer murió intentando salvarla. Uno de los turistas subió el vídeo inmediatamente al Internet para hacerse popular.

Tal vez no seguimos las pisadas de Caín al pie de la letra, pero quizás seguimos teniendo una actitud egocéntrica respecto de nuestra responsabilidad para con el prójimo diciéndole a Dios: ¿Acaso soy guarda de mi hermano? Mientras estamos cómodos en nuestros hogares, es fácil indignarnos por estas realidades pero la pregunta es si seremos capaces de hacer algo al vernos enfrentados a la posibilidad de hacerlo. C. S. Lewis nos dice “todo el mundo se siente benévolo en los momentos en que nada le molesta. Aun cuando jamás hayan hecho el menor sacrificio por sus semejantes, los hombres se consuelan de sus vicios apoyándose en la convicción de que ‘en el fondo tienen un buen corazón’ y ‘son incapaces de matar una mosca’”[5].

Podemos aparentar mucha piedad pero en realidad ser los seres más egoístas que podamos imaginar. Podemos condenar a quienes hacen cosas como las que hemos mencionado y seguir gritando con nuestras acciones lo poco que nos importa nuestro prójimo.

El problema del cuidado del prójimo atraviesa a todo lo largo el tema de la relación con Dios. En Mateo 25:31-38 dice:

Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.

Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.

Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

El texto sobre el juicio a las naciones nos hace evidente que nuestra relación con Dios pasa por nuestra relación con el prójimo. En definitiva, según este texto, lo que será puesto en la balanza el día del juicio será nuestra relación con el prójimo. No la que creemos tener cuando nos hallamos cómodamente en nuestro hogar sino aquella que efectivamente la realizamos en el día a día. Obviamente, tenemos otros textos que nos hablan de la oración, de la importancia de congregarnos, de la alabanza y la acción de gracias. Pero si somos bíblicos, debemos aceptar aquellos sin dejar de lado este texto, es decir, aceptar la importancia del culto dominical sin dejar de lado la importancia del servicio.

Los dones y talentos al servicio del prójimo

Debemos precavernos de pensar que, con dar la ofrenda o el diezmo, la responsabilidad con la iglesia ha terminado. Necesitamos estar precavidos con la idea de que con servir los domingos en algún ministerio, el compromiso para con Dios está saldado. Si verdaderamente anhelamos ser discípulos de Cristo y no meros simpatizantes, el costo es alto. Se nos pide una vida de consagración a la obra de Dios. Esa vida de consagración no se evidencia en la Iglesia sino afuera, en el ‘mundo’.

Lo que Dios busca no es un pequeño culto dominical con alabanza y prédica. Lo que Dios busca de nosotros es que vayamos cambiando nuestra manera de vivir para que de esta manera seamos verdaderos entes de transformación de la sociedad. Esta transformación no se da porque el pastor y un reducido grupo de líderes se lanzan a campañas de evangelización. Esta transformación es el fruto de una efectiva universalización del sacerdocio de todos los creyentes, es decir, “que la iglesia sea una comunidad donde todos los miembros por igual se estimulen mutuamente en el descubrimiento y desarrollo de dones y ministerios en múltiples áreas de la vida humana que requieren ser transformados por el poder de Dios[6].

 Estos dones y ministerios son asumidos por cada creyente y usados para servir al prójimo, al hermano en la iglesia primeramente y a aquellos que sin ser creyentes necesitan de nuestra ayuda. Usar los dones, talentos y habilidades que Dios nos ha dado para servir al prójimo no es una posibilidad latente que quizás algún momento la pongamos en práctica, es una responsabilidad para con Dios.

Quizás el problema por el cual no ponemos en práctica nuestros dones, talentos y habilidades al servicio del prójimo sea el hecho de que no entendemos adecuadamente lo que es ser cristianos. Suponemos que con hacer una oración de fe basta para llamarnos cristianos. Sin embargo, ser cristianos tiene que ver con reconocer el señorío de Cristo en todas las esferas de nuestra vida. La soberanía de Cristo, entonces, se extiende “al ámbito político, tanto como al ámbito cultural, tanto al ámbito estético como al ecológico, tanto al ámbito personal como al comunitario. Nada ni nadie queda excluido de su señorío”[7]. Mi responsabilidad para con Dios, entonces, no termina cuando salgo de la Iglesia. Donde halle a mi prójimo hallo mi responsabilidad de servicio, es decir, mi responsabilidad de ser un verdadero discípulo de Cristo.

La raza de Caín nos domina cuando el egoísmo viene a apoderarse de nuestro corazón y sólo pensamos en nosotros mismos y en las satisfacciones que podamos sacar de nuestro trabajo, de nuestra apariencia, del prójimo o de quien sea. El Espíritu Santo está en control sólo cuando dejamos que nuestro egoísmo mengüe.

La responsabilidad del acompañamiento espiritual

Un último elemento de vital importancia en el servicio al prójimo es el tema del acompañamiento espiritual. No importa cuán nuevos en la fe seamos, somos llamados a acompañarnos espiritualmente los unos a los otros. El pastor o los líderes de una iglesia tienen la responsabilidad delante de Dios de velar por la salud espiritual del rebaño del Señor. No obstante un crecimiento efectivo sólo puede darse cuando todos velamos por el crecimiento de todos. El crecimiento espiritual no se mide -debemos admitir esto si queremos ser honestos con nosotros mismos- por el tiempo que pasamos orando. Se mide por la calidad de nuestras relaciones con el prójimo. Recordemos que los fariseos extendías sus oraciones por largas horas y sin embargo, Jesucristo los consideró hipócritas. Mientras haya celos contiendas, envidias, pleitos y muchas cosas similares, nuestro crecimiento espiritual es limitado o nulo.

El acompañamiento espiritual es vital para cada uno de nosotros. “Acompañar a alguien es caminar con él como compañero y amigo para ayudarle a crecer en la libertad y en el espíritu comunitario. La palabra acompañamiento viene del latín ‘cum pane’, comer juntos el pan lo que se traduce por un lugar de amistad, una alianza[8]. Tanto el que acompaña como el que es acompañado son enriquecidos por la experiencia. Es el único modo efectivo de crecer en el Espíritu.

¿Acaso soy guarda de mi hermano? Era la pregunta de Caín. La respuesta que nos da la Biblia es SÍ. Somos responsables en el servicio pero también en el acompañamiento espiritual. No hacerlo es desobedecer a Cristo y no considerarlo Señor de nuestras vidas. La responsabilidad del servicio es compartida por todos y cada uno de los creyentes. Asimismo, la  responsabilidad por el acompañamiento espiritual es responsabilidad de todos nosotros.


[1]    BAUDELAIRE, Charles (1997): Las Flores del Mal. España: Editorial Orbis. 1997. Págs. 160-161

[2]    Génesis 4:6b-7 (Biblia de Jerusalén)

[3]    Génesis 3:9: “Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?

[4]    FLORES, Iban (Ed.): “Los Enemigos Públicos” en Revista Vanguardia Nº 205. Ecuador, del 8 al 14 de septiembre de 2009. Págs. 16-22

[5]    LEWIS C. S. (2006): El Problema del dolor. Madrid: Editorial RIALP. Pág. 62

[6]    PADILLA, C. René (2003): “Introducción: Una eclesiología para la misión integral” en PADILLA, C. René y Tetsunao Yamamori (eds.): La Iglesia Local como agente de transformación: Una eclesiología para la misión integral. Buenos Aires: Ediciones Kairós. Pág. 41

[7]    PADILLA, C. René. Ibid. Págs. 21-22

[8]    VANIER, Jean (2000): La Comunidad: Lugar del perdón y de la fiesta. Madrid: Editorial PPC. Pág. 269

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