Robar a Dios…


El último tema a ser tratado en nuestra serie de reflexiones acerca del robo se relaciona con nuestras responsabilidades para con Dios. La frase “robar a Dios” para muchos puede sonar muy fuerte. Muchos prefieren no considerar que puedan estar haciendo esto aunque el texto bíblico explícitamente llama robo al descuido en las cuestiones referentes al cuidado de su obra.

Aún cuando muchos de nosotros somos conscientes de esto, en ocasiones obviamos esta verdad. Saltamos esto y suponemos que el camino a la santificación no pasa por el bolsillo. Lo cierto es que en más de una ocasión se nos advierte sobre los peligros del excesivo deseo de riquezas. No es necesario poseer muchas cosas para caer en manos de la avaricia. Esta afecta al pobre y al rico, al “santo” y al pecador.

En el Antiguo Testamento podemos ver un ejemplo muy gráfico de la manera en que la obsesión por poseer más de lo necesario destruye todo lo que tenemos.

Cuando los israelitas estaban pasando por el desierto se preocuparon porque no tenían para comer. Dios, entonces, los alimentó con el maná. Esta bendición de Dios era para que puedan vivir, sin embargo, el corazón del hombre se desvía fácilmente. Algunos recogieron más de lo que necesitaban. Exódo 16:20 nos dice lo que sucedió: “Algunos dejaron parte del maná para la mañana siguiente, pero crió gusanos y se pudrió…” No era gran cosa lo que poseían pero la avaricia fue mayor que la obediencia y Dios hizo criar gusanos sobre aquella riqueza que no era sino un robo a Dios.

Tal vez podamos suponer que no siempre es la avaricia la que nos mueve a fallar a Dios en los diezmos y las ofrendas. En ocasiones es el desconocimiento. El texto bíblico nos habla acerca de la responsabilidad del sostenimiento de la obra en varias parte del texto.

Así por ejemplo, en Génesis 28:22 vemos a Jacob ofreciendo a Dios la décima parte de lo que obtenga como fruto de su trabajo. El propósito de esta ofrenda es el sostenimiento del templo que piensa construir en aquel lugar donde ha visto ángeles subir y bajar a lo largo de una escalera.

En otro texto vemos que la responsabilidad del cuidado de los levitas queda en el pueblo por medio del diezmo (Números 18:23-24).

De igual manera, en Hageo 1:8 vemos el reclamo que lanza el profeta contra un pueblo que vela por sus propios interesas mientras descuida el sostenimiento del templo:

Ustedes esperan mucho, pero cosechan poco; lo que almacenan en su casa, yo lo disipo de un soplo. ¿Por qué? ¡Porque mi casa está en ruinas, mientras ustedes sólo se ocupan de la suya! — afirma el Señor Todopoderoso —. Hageo 1: 9

A pesar de esto, de diversas maneras podemos optar por evadir esta responsabilidad. Veamos a continuación algunas de las razones que pueden darse para descuidar el sostenimiento de la iglesia, es decir, en término del profeta Malaquías: las razones que damos para robar a Dios.

Excusas

    1. No robo a Dios sólo que pienso que puedo hacer uso de mi diezmo de manera más efectiva apoyando actividades benéficas…

Hay ocasiones en que he escuchado que la razón por la cual no se separa para los diezmos es porque se ve más adecuado apoyar obras de caridad. La iglesia, dicen algunos, está bien y no necesita más dinero, mejor uso mi diezmo para ayudar a los que no tienen. De hecho, el Antiguo Testamento habla de un segundo diezmo que debía ser recaudado cada tres años y puesto en graneros específicos a lo largo de todo el país para ayudar a los pobres. Deuteronomio 14: 28-29.

La iglesia del Nuevo Testamento no recoge un diezmo extra para los pobres, pero de los recursos que recolecta separa una parte para los mismos. Vemos esto en el caso de Hechos 6 con el caso de las viudas. En 1 Timoteo 5:3ss vemos que la iglesia tenía una lista de viudas a las cuales ayudaba regularmente con sus ingresos.

En ocasiones las iglesias primitivas piden contribuciones extraordinarias como cuando se da la sequía de Palestina que deja sin alimentos a todos los cristianos de esa región. En 2da Corintios 8:1 vemos la generosidad con la que los creyentes aportan para socorrer a los necesitados. La iglesia no se olvida y no debe olvidarse de los pobres. Su presupuesto anual debe incluir un rubro específico para ayudar a los que no tienen.

Si deseamos apoyar el trabajo con los pobres, esto no debe afectar nuestros diezmos. Debemos destinar un rubro extra para tal efecto.

Lo que sí podemos hacer es solicitar a la junta de nuestra congregación o directamente a la asamblea de la misma que se destine un rubro específico para la ayuda de los necesitados.

    1. No es que robe a Dios, es sólo que 10% me parece mucho dinero…

Es evidente que para muchos parecerá una cantidad desmedida en especial cuando hacen cuentas. Si ganas unos $300, el diezmo representaría unos $360 al año con lo cual te podrías comprar un Iphone. Si ganas unos $2000 mensuales, estarías hablando de unos $2400 que podrían alcanzarte para un LCD de 32 pulgadas de alta fidelidad o para un par de cursos de actualización para nuestra carrera…

De todos modos, el problema es que nuestro punto de partida es el inadecuado. Lo que hemos dicho en el párrafo anterior parte del supuesto de que el dinero que tenemos es nuestro y el diezmo que entregamos es un gasto que estamos haciendo. Suponemos que el dinero que estamos entregando a la iglesia depende de los beneficios que obtenemos de la misma. Como si de una tienda se tratara y como si el Pastor fuera el vendedor y el evangelio el producto entregado.

Lo que dice la Biblia es muy diferente. Todo cuanto poseemos le pertenece. Dice salmo 24:1 “De Jehová es la tierra y cuanto hay en ella. El mundo, y los que en él habitan”. Y Deuteronomio 8:18 dice respecto de nuestras ganancias y el esfuerzo que hemos puesto en ganarnoslo: «Acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.»

Nosotros sólo somos administradores de los vienes que de Él recibimos. Cuando Él nos entrega los recursos necesarios para vivir, nos da también ciertas disposiciones respecto a cómo utilizarlo. Cuando un gobernante es electo, recibe el poder de decidir en qué utilizar los recursos del pueblo. Si dicho gobernante lo utiliza para beneficiarse o hace un mal manejo de dichos recursos, todos conocemos la palabra que se usa para describirlo: corrupto. Cuando nosotros recibimos de Dios los recursos que Él nos entrega y no lo usamos de acuerdo a su voluntad, podemos estar seguros que en el cielo estamos siendo considerados corruptos y malversadores de fondos.

    1. No pretendo robar a Dios lo que pasa es que no me alcanza lo que gano…

Partamos diciendo que la falta de dinero en nuestro hogar no es culpa de Dios. Como hemos visto en otra ocasión, puede ser fruto de: (a) nuestra falta de preocupación por ahorrar en los tiempos de vacas gordas para los tiempos de vacas flacas; (b) habernos endeudado hasta el punto de no poder pagar nuestras deudas cuando vienen situaciones que no nos esperábamos; (c) gastar pródigamente nuestros recursos para mantener un estilo de vida que nos haga sentir mejor; (d) la negligencia en el trabajo que realizamos que cierra las posibilidades de conseguir un trabajo mejor, un ascenso o un mejor salario. Lo adecuado es ahorrar, no endeudarnos, adecuarnos a un estilo de vida frugal (sencillo) y ser diligentes en nuestro trabajo. Los problemas financieros van y vienen. Los caprichos del mercado son impredecibles. Los caprichos de los jefes son insondables. Pero cuando hemos vivido de acuerdo a los parámetros bíblicos, Dios respalda nuestro trabajo y guarda nuestros recursos. Cuando vienen las adversidades, si hemos sabido llevar el estilo de vida bíblico, sabremos sobreponernos. Recordemos lo que dice Proverbios 22:29: ¿Has visto a alguien diligente en su trabajo? Se codeará con reyes, y nunca será un Don Nadie.

Así que la escasez no es un motivo para dejar de diezmar es un llamado a organizar nuestra administración de los recursos que el Señor nos provee.

    1. A Jesús le da asco el pastor que se hace rico con la fe…

A los que proponen esta excusa podemos llamarlos Arjonianos porque le creen más a Ricardo Arjona que a la Palabra de Dios. Suponer que no hay personas que se enriquecen engañando a los creyentes en las iglesias sería una ingenuidad. En cualquier parte nos podemos encontrar personas avariciosas. Hace poco se pudo conocer de la investigación que hacía el congreso de los Estados Unidos a cinco evangelistas acusados de enriquecimiento ilícito y evasión de impuestos. En Costa Rica un Pastor es perseguido por estafar a miles de personas convenciéndoles de invertir en una urbanización para cristianos. En Brasil Edir Macedo de la Iglesia Universal del Reino de Dios (“Pare de Sufrir”) es investigado por fraude, lavado de dinero y evasión de impuestos. Su fortuna pasó de un par de miles de dólares al iniciar su iglesia a cerca de dos mil millones de dólares en la actualidad.

Es un hecho que hay personas sin escrúpulos que hacen de la fe un negocio. En el Antiguo Testamento podemos ver que esto también se daba en aquellos tiempos. Los hijos de Elí aprovechan su situación privilegiada como sacerdotes para dar rienda suelta a su avaricia1. Los hijos de Samuel hacen los mismo2. En Jeremías 8:10 el profeta denuncia a la ciudad de Jerusalén en la cual desde el más pequeño hasta el más grande son avaros, desde el profeta hasta el sacerdotes aman el engaño.

De todos modos, todos estos textos finalizan hablando del castigo de Dios sobre los que, aprovechando su posición, intentan enriquecerse a costa de la fe del pueblo. En ninguna parte, en estos párrafos mencionados dice Dios: por cuanto hay gente que se aprovecha, ya no diezmen.

Tengamos cuidado y busquemos siempre ser prudentes con el manejo de los diezmos del Señor, pero no creamos que porque escuchamos de alguna persona que estafa aprovechándose de los diezmos estamos exentos de nuestras responsabilidades con Dios.

Seamos vigilantes en nuestras iglesias respecto del correcto manejo de las finanzas. Cuidémonos, en especial de iglesias en las cuales el liderazgo (pastor, junta, consejo de ancianos, etc.) no tiene que dar cuentas a nadie de los manejos económicos de la iglesia.

Las iglesias requieren de recursos económicos para pagar sueldos, cubrir gastos básicos (agua, luz, teléfono, arriendo o impuesto predial, etc.), desarrollar nuevos ministerios, mantener las instalaciones de la iglesia, ayudar a los pobres, etc. El modelo que planteó Dios para cubrir este tipo de gastos es el diezmo y las ofrendas. Recordemos que en el Antiguo Testamento se separa una tribu (la de los levitas) para dedicarse exclusivamente a los trabajos del templo (desde la alabanza hasta la limpieza) sostenidos exclusivamente en base a los diezmos. De no haber dicha contribución, los levitas hubiesen tenido que abandonar su misión delante de Dios para dedicarse a otros asuntos con el fin de conseguir recursos para sus familias. De hecho, esto sucedió en los tiempos de Nehemías. Dice su escrito en el capítulo 13: 10-12:

También descubrí que las porciones de los Levitas no se les habían dado, por lo que los Levitas y los cantores que hacían el servicio se habían ido, cada uno a su campo. Por tanto, reprendí a los oficiales, y les dije: «¿Por qué está la casa de Dios abandonada?» Entonces reuní a los Levitas y los restablecí en sus puestos. Entonces todo Judá trajo el diezmo del cereal, del vino nuevo y del aceite a los almacenes.

De igual manera, en nuestro tiempos, la falta de responsabilidad con el sostenimiento de la obra puede llevar -y de hecho lo ha hecho en muchos casos- a la quiebra económica de las iglesias o a que el pastor tenga que buscar un trabajo extra para sostenerse a sí mismo y, en algunos casos, aún para sostener a la iglesia.

Así pues, Dios ha puesto en nuestras manos el sostenimiento de su obra, y aún la expansión de su mensaje. Nuestra responsabilidad no acaba cuando damos un par de horas del fin de semana a los ministerios de la iglesia, sino que necesariamente se extiende al sostenimiento financiero de la obra. En la medida en que hemos sido prosperados, seamos de apoyo para la obra3.

Malos hábitos

En lo referente a los diezmos y ofrendas hay ciertos hábitos que paulatinamente vamos tomando en la vida cristiana y que no son agradables ante Dios. Veamos algunos de ellos:

  1. Cuando la iglesia necesita apoyo yo ayudo en lo que se requiera, de esa manera compenso mi falta en lo referente al diezmo.

Es bueno ayudar a la iglesia cuando hay necesidades imprevistas y tenemos la posibilidad de suplirlas. De todos modos, esto no nos exime de nuestra responsabilidad financiera cotidiana. Actuamos de manera similar a cuando vemos que el matrimonio está siendo amenazado y decidimos de improviso retomar nuestro romanticismo. Esto no salva al matrimonio. De igual manera, este tipo de actitudes, no compensan nuestra falta de compromiso financiero. Debemos empezar a ser fieles en lo económico de la misma manera en la que lo somos en otras áreas de nuestras vidas.

  1. Primero calculo lo que necesito para el mes y de allí veo cuánto me queda para la iglesia.

En libros referentes al tema de las finanzas personales se maneja un concepto muy interesante al respecto. Mira en qué es en lo que más gastas y sabrás qué es lo que más amas. Si hemos puesto la determinación de nuestros diezmos como la última rueda del coche, no hace falta ningún otro test de crecimiento espiritual, a Dios lo hemos puesto al final de nuestras prioridades.

  1. Los domingos llevo algo extra para la iglesia. Si el sermón estuvo bueno saco el billete grande, si el sermón estuvo medio bueno saco el billete chico y si el sermón no me gustó saco las monedas…

El error aquí es que pensamos que el diezmo y la ofrenda son una forma de evaluar al predicador cuando en realidad son nuestra expresión de gratitud a Dios por todo lo que él ha hecho en nuestras vidas. Él se dio al cien por ciento por nosotros, es una mínima parte lo que se nos demanda al serle fieles en ese 10%.

  1. Separo para la iglesia pero cuando surge alguna necesidad saco de allí para cualquier cosa y después devuelvo… si me acuerdo (!)

Este es un hábito en el cual muchos hemos caído, pero al hacerlo estamos aprendiendo hábitos fácilmente contagiosos. Un día es el diezmo, al otro son nuestros pagos del SRI (servicio de rentas internas) o la cuota para el colegio de nuestros hijos. Dejemos de lado esos hábitos que no nos permiten algo tan básico como un crecimiento económico y peor aún un desarrollo espiritual.

Empecemos a ser fieles a Dios en lo económico así como lo somos en lo religioso pues Dios nos salvó integralmente y no por partes.

1     1ra samuel 2:12ss

2     1ra Samuel 8:1ss

3     Si bien hay pastores que se hacen ricos con la fe, también los hay quienes por la negligencia de ciertos grupos de poder en las iglesias no reciben un salario básico. No se les brinda ningún sistema de seguridad social. En estos casos, de no mediar la ley, los pastores siguen en condiciones de supervivencia y explotación laboral. No permitamos que el mensaje del evangelio sea deshonrado por este tipo de testimonios.

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