EL DESAFÍO DE CRECER


Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.

Dice un experto en viñedos:

La vid es una planta domesticada que difícilmente se adaptaría a la vida salvaje. Son frecuentes los casos en que viñas sin cuidados enferman, se secan y mueren cuando parecería natural que sin poda ni cultivo la viña se convirtiera en una frondosa maraña de hojas y sarmientos. Por esta razón, una viña abandonada es una viña muerta a pesar de disponer de suelo y sol.

El trabajo empieza ya con la preparación del suelo. Se lo prepara arándolo para que se airee. La planta en invierno ha perdido todas sus flores y frutos. Se aprecia solamente el tronco árido. Se cortan los sarmientos que quedaron de la cosecha anterior. Se deja tan solo el tronco principal y unos cuantos sarmientos. Durante la primavera empiezan a brotar las primeras hojas y flores. Se procede a realizar entonces la espergura. Esto es, se eliminan casi todos los brotes que van surgiendo alrededor del tronco viejo y que solamente absorben alimento sin producir ninguno o casi ningún fruto. Esto se realiza con el fin de permitir que todo el alimento de la planta se dirija a aquellas ramas que en el futuro darán fruto.

En la casa de mis suegros pude ver este proceso hace varios meses. Un familiar de Australia que había trabajado en estas labores se dio al trabajo de espergurar la vid que tiene ellos. Luego de este trabajo, la planta quedó sin una sola hoja. Mis suegros se inquietaron pensando que habían matado a la planta.

Varias semanas más tarde empezaron a brotar nuevas hojas, tres y cuatro veces más grandes que las anteriores y lo que es más importante, los nuevos retoños llevaban fruto. Me causó admiración ver cómo ese trabajo que parecía de muerte resultó dar nueva vida a aquella planta.

De todos modos, el trabajo con la planta no termina allí. Un poco más tarde, cuando las hojas y los frutos se hallan un poco más grandes se realiza lo que se llama el desniete, es decir, se eliminan todas aquellas hojas que se hallan más cerca de los frutos para evitar que lo sofoquen impidiendo que la luz del sol y el aire llegue hasta ellos. Además se busca de esta manera que los nutrientes del suelo sean plenamente aprovechados por los frutos.

De igual manera se vigila el desarrollo de las ramas. En caso de que una rama que no produce mucho fruto o no produce ninguno en absoluto, se hallase obstaculizando el crecimiento de otra que sí está dándolo, se procede a cortarla. Todo este proceso lo realiza el labrador antes de que llegue el tiempo de la cosecha.

Es interesante acercarnos al texto bíblico de Juan 15:1ss con esto en mente. Jesucristo se considera a sí mismo como la vid, la cepa o el tronco del cual brotan los sarmientos que somos nosotros. Hay brotes que se apresuran a salir. Les agrada la idea de unirse a un grupo cristiano. Sin embargo, no llevan fruto alguno. Su vida no evidencia un cambio de vida. Es entonces que viene Dios como labrador y empieza a quitar aquellas hojas y sarmientos que parecían muy dinámicos pero que no evidencian ningún fruto. Luego, a medida que avanza el desarrollo de la iglesia, surgen nuevos sarmientos. Estos si llevan frutos. No obstante, es necesario limpiarlos. Impedir que su fruto muera asfixiado. Esto obliga al labrador a cortar ciertas hojas de los sarmientos. No siempre esto es fácil para nosotros. A veces, son cosas que nos gustan. Son personas que apreciábamos. Son proyectos que atesorábamos. El labrador ve que aquellos pueden impedir el buen desarrollo del fruto que estamos madurando y decide cortarlos de nosotros.

Aun puede suceder que algunos sarmientos se conformen con algunos pocos frutos y decidan, por vergüenza de su pobre desarrollo, impedir el mismo en los demás. El labrador entonces, debe cortar dichas ramas que no crecen ni desean dejar crecer a los demás.

Jesucristo nos dio este ejemplo de la vid pensando muy cuidadosamente en las relaciones. No es la única vez en que la iglesia es comparada con un organismo vivo. Pablo dice que es el cuerpo de Cristo y que debe crecer hasta llegar a la altura de la plenitud de Cristo. De igual manera en otra ocasión dice que la iglesia es un edificio, sin embargo, por ilógico que suene, Pablo vuelve a referir que dicho edificio debe crecer.

El crecimiento no es una opción de los creyentes: es su esencia. Así como cualquier organismo vivo se desarrolla, los creyentes debemos desarrollarnos y crecer. Cuando no lo hacemos estancamos el crecimiento de los demás y nos vemos enfrentados a la posibilidad -según Juan 15:1- se ser desechados.

De todos modos, nuestro crecimiento va íntimamente vinculado a nuestro cimiento que es Cristo. No podemos crecer ni dar fruto lejos de Él. Quien nos nutre y fortalece es Cristo por medio de su Espíritu. Esta idea vuelve a repetirse en Efesios 2:19-21 donde dice:

Por eso, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo. En él todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; (Efe 2:19-21)

Podemos pretender crecer alejados de Cristo, cuando buscamos ser alimentados por otra vid que no sea la vid verdadera. Esto sucede cuando nuestro cimiento deja de ser Cristo para volverse nuestra ambición, una pareja, un trabajo, etc. Cuando lo que define nuestras metas y proyectos para el futuro no es Dios ni la gratitud a él, ni la obediencia a su Palabra, sino otra razón mucho más egoísta estamos buscando otra cepa sobre la cual crecer. Es por ello que Pablo recalca que Cristo es la cepa en la cual hemos sido injertados para dar frutos.

Ahora, los sarmientos deben ser alimentados por la vid y ese alimento es, según el apóstol Pedro, la Palabra de Dios.

Desechad, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias y toda maledicencia, y desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación (1 Pedro 2:1-2)

La Biblia de las Américas traduce este texto así: desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra. Es la Palabra de Dios aquella leche espiritual que nos ayuda a crecer. Al venir a los pies de Cristo, somos como niños. Debemos aprender todo lo concerniente al modo de vida que agrada a Dios. Es por esto que debemos empezar a aprender cuál es ese modo de vida que le agrada. Pero si no nos alimentamos podemos morir espiritualmente.

Nuestro crecimiento debe ser en lo concerniente al conocimiento de Dios y de la obra que ha hecho por nosotros. Y ese crecimiento sólo puede darse cuando nos nutrimos adecuadamente.

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