Estando allí, el ángel del Señor se le apareció entre las llamas de una zarza ardiente. Moisés notó que la zarza estaba envuelta en llamas, pero que no se consumía. Éxodo 3:2
Moisés lleva una vida relativamente tranquila en el desierto cuando Dios se le presenta para enviarlo como guía de Israel. Al enfrentarse con la zarza que arde y no se quema, Moisés se halla delante de Dios y recibe de él una comisión específica: sacar a su pueblo de Egipto. Un comentarista dice en relación con este evento: El llamamiento de Moisés es un llamamiento profético. En adelante, ya no toma la iniciativa, no se declara libertador, porque él lo recibe todo del Señor y tiene que estar enteramente a su disposición. Esta es la vocación y la misión de Moisés.
En ese momento, en ese mismo instante que Moisés se halla delante de la zarza ardiente, está justamente delante de la presencia del Señor. Como diríamos hoy está sintiendo la presencia de Dios en aquel monte. No hay música, no hay gente llorando -ni siquiera él lo hace- sino que se halla ante la presencia del Santo y siente temor por su vida.
Aquel momento es para Moisés el más importante de su vida. Y esto es lo que distingue el momento en que realmente se hace presente Dios en nuestras vidas de cualquier otro momento. Toda nuestra existencia tendrá un nuevo significado desde aquel momento. Siempre que Dios se manifiesta, toda nuestra vida cambia irrevocablemente. Fue el caso de Moisés, fue el caso de Isaías, fue el caso de Pablo y de Juan en Patmos.
Debemos aclara esto pues hoy en día cada semana Dios “se hace presente en nuestros cultos” sin embargo, cada semana los cristianos siguen siendo los mismos. Nada ha cambiado. Hemos llorado, hemos sentido algo especial durante la alabanza, pero no ha habido un cambio real en nuestras vidas.
La presencia de Dios puede ser un momento muy calmo y apacible como el de Elías, o muy estremecedor como el de Ezequiel, pero cuando Dios se manifiesta, las consecuencias hablan por sí mismas: hay un cambio radical en nuestras vidas.
Otra cosa que distingue al momento en que Moisés se halla delante de Dios es que aquel ya no vuelve semana tras semana al mismo monte esperando sentir lo mismo que aquella vez. Aquel llamado es más que suficiente para él. De aquí en adelante cumplirá con la misión que recibido. El llamado de Dios no siempre nos hace sentir bien, pero nos transforma por completo. En el caso de Ezequiel, el llamado de Dios es a comer el rollo de pergamino que se le presenta el cual tenía lamentaciones, gemidos y ayes. El llamado de Isaías al cual él responde heme aquí, envíame a mí, y que nosotros cantamos muy a menudo, es a fracasar en su misión. Dice Dios: Haz insensible el corazón de este pueblo; embota sus oídos y cierra sus ojos, no sea que vea con sus ojos, oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se convierta y sea sanado. (Is. 6:9b-10). Lo cierto es que aquel encuentro con Dios transformó la vida el profeta.
Estar en la presencia de Dios no siempre es agradable pero siembre es transformador. Obedecer la voluntad de Dios no siempre será de nuestro agrado pero siempre será un paso más en el camino de nuestro crecimiento.
Este día domingo estaremos meditando sobre el llamado de Dios para todo creyente a ser transformado por su presencia. No te pierdas.
Primer culto: 08h00 – 09h30
Segundo culto: 11h00 – 12h30
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