Imágenes de la Iglesia para un mundo en confinamiento


En estos días pude leer un artículo acerca de la situación de la iglesia en los momentos actuales:

“Desde que el mundo entró en el bloqueo de COVID-19 y se emitieron órdenes de quedarse en casa, los términos «esencial» y «no esencial» han cobrado gran importancia en nuestro discurso. Las empresas y servicios considerados «esenciales» se mantuvieron abiertos: supermercados, ferreterías, gasolineras, tiendas de mascotas, lavanderías, etc. Se ordenó el cierre de muchos otros, considerados «no esenciales», hasta nuevo aviso: gimnasios, cines, casinos, tiendas minoristas, estadios deportivos y salas de conciertos. Las iglesias cayeron en esta última categoría”.

Realmente puede llegar a causar mucha desazón el hecho de que los templos sean considerados “no esenciales” por el valor que verdaderamente muchos de nosotros le podemos dar a nuestros templos. No obstante, cabe hacernos la pregunta si realmente podemos considerar tan fuertemente la vinculación entre la iglesia de Cristo y el templo.

Es esto lo que me ha motivado a revisar en el texto bíblico algunas de las imágenes que los autores bíblicos usaron para referirse a la iglesia. Quizás esto nos permite tener más claro cuáles son los alcances de esta y también qué cosas podemos seguir haciendo en distanciamiento y qué es aquello que requiere de nuestra presencia en los templos.

Iglesia

Quizás nos sorprenda considerar el hecho de que la primera imagen que podemos mencionar en el texto bíblico acerca de la iglesia sea la misma palabra “iglesia” pues si bien para nosotros es el nombre propio que reciben nuestras reuniones en su idioma original la palabra “iglesia” era una palabra que significaba “asamblea”.

Aparece 115 veces en el Nuevo Testamento y en algunas ocasiones no se refiere a la reunión de creyentes como por ejemplo en Hechos 19:40-41 donde se habla de la gente de Éfeso reunida en la plaza para juzgar a Pablo. Allí el secretario de la ciudad dice lo siguiente: “Porque peligro hay de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón de este concurso. Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea”.

En el Antiguo Testamento aparece 77 veces, pero nunca es traducido como “iglesia” sino como “asamblea” o “congregación”. Así, por ejemplo, en Esdras 2:64 dice: “Toda la congregación, unida como un solo hombre, era de cuarenta y dos mil trescientos sesenta”.

La palabra “iglesia” en la medida en que los primeros creyentes de Jesucristo empezaron a usarla, hacía referencia al conjunto de seguidores de Cristo reunido en un solo lugar. Seguía así la idea del Antiguo Testamento de hablar de una asamblea que era establecida para tomar decisiones específicas para escuchar un anuncio oficial.

Podríamos decir que la palabra iglesia es la que más directamente puede conectarse con el sentido de reunión ampliada de creyentes y por medio de la cual el templo sería el modelo ideal de ser iglesia.

Pueblo de Dios

Una segunda imagen que se usa en el Nuevo Testamento para referirse a la iglesia es la de “pueblo de Dios”. Encontramos esta idea un poco menos frecuentemente que la anterior, pero su peso radica en el gran significado que tenía en el Antiguo Testamento. En Deuteronomio 26:18 leemos que dice: “Y Jehová ha declarado hoy que tú eres pueblo suyo, de su exclusiva posesión, como te lo ha prometido, para que guardes todos sus mandamientos”. Y también en 1ra Samuel 12:22 leemos: Pues Jehová no desamparará a su pueblo, por su grande nombre; porque Jehová ha querido haceros pueblo suyo.

El ser pueblo de Dios significaba que los israelitas tenían un rey y este era Dios y una norma que debían obedecer y que era la ley transmitida por Moisés. Ser pueblo de Dios implicaba que cada uno de los israelitas debía obedecer solo a Dios y serle fiel solo a él. El origen de esta relación entre Dios y su pueblo se encontraba en el pacto que Dios mismo había establecido con ellos en el monte Sinaí.

En el Nuevo Testamento vemos que Dios considera a los creyentes en Cristo Jesús su pueblo. Así lo leemos en Romanos 9:25-26 que dice citando a Oseas:

“Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, Y a la no amada, amada. Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, allí serán llamados hijos del Dios viviente”. Pablo muestra que los creyentes son aquel pueblo que no era pueblo de Dios pero que por medio de la obra de Cristo se han convertido en el pueblo de Dios.

Así mismo leemos en Tito 2:14 que Jesucristo “se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Y asimismo el texto más evidente al respecto se encuentra en 1 Pedro 2:9-10 donde dice:

«Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. Vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia».

Nosotros, la iglesia, somos el pueblo de Dios y nos debemos a nuestro Señor, Jesucristo. Pero, además, así como el pueblo de Israel tenía un pacto que ratificaba el hecho de que eran Dios suyo, nosotros también tenemos un pacto que establece nuestra pertenencia al pueblo de Dios: La Sana Cena. Cuando celebramos la Mesa del Señor solemos decir lo que está en 1 Corintios 11:25: “Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí”. Por medio de la muerte de Cristo en la cruz y su sangre derramada ha sido sellado el pacto que nos convierte en pueblo de Dios. Cada vez que participamos de la mesa del Señor estamos ratificando aquel pacto.

Esta imagen de la iglesia como Pueblo de Dios nos convoca a obedecer a nuestro Señor como soberano nuestro y esto lo podemos hacer en un templo, pero también en nuestras casas. De hecho, lo ideal es que este aspecto de obediencia lo llevemos acabo en nuestros hogares y en nuestros lugares de trabajo y entre nuestros amigos. Es allí donde debemos manifestar nuestra obediencia al único rey nuestro: Jesucristo.

Quizás uno de los elementos dentro de esta imagen que se vuelve difícil de desarrollar separados sea la Santa Cena pues habla del compromiso que mantenemos con Cristo Jesús y con su iglesia. Esto se vuelve problemático mantenerlo en línea pues es como casar a una pareja por videoconferencia. Si bien en circunstancias excepcionales podamos y debamos hacerlo, no puede ser la norma de nuestra celebración.

Cuerpo de Cristo

El apóstol Pablo hace referencia a la iglesia denominándola “cuerpo de Cristo” en varias ocasiones. Así, por ejemplo, en Romanos 12:4-8 dice:

«Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría».

También en 1 Corintios 10:16-17 se nos dice: La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan.

Más adelante, en 1ra Corintios 12:12-14 dice:

«Porque, así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos».

 Y luego en el verso 27 se nos dice más explícitamente: Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.

De igual manera en Efesios 1:22-23 dice: y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.

En Efesios 2:16, 3:6 y 4:4 se repite la referencia a que formamos parte de un solo cuerpo. Y finalmente en Efesios 4:11-12 dice: Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.

También en Colosenses 2:18-19 encontramos la misma idea cuando dice:

Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal, y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios.

En todas estas referencias que hemos podido leer hay dos cosas que parecen repetirse recurrentemente.

  1. La relación de todos los creyentes con la cabeza que es Cristo
  2. La relación de todos los creyentes entre sí.

En ambos casos el tema del crecimiento es vital. Por medio de nuestra relación con la cabeza que es Cristo nos vamos nutriendo espiritualmente para crecer conforme al propósito que Dios tiene para nosotros. En el caso de nuestra relación con los demás creyentes, el uso de nuestros dones espirituales nos sirve para crecer y ayudar a nuestros hermanos a crecer espiritualmente.

Es en base a estas características que podemos decir que la iglesia es una comunidad espiritual que crecer por la obra de Cristo sobre nosotros y por medio de su obrar espiritual a través de nuestros hermanos en nosotros.

Es evidente que no requerimos estar juntos para que estemos en comunión con la cabeza que es Cristo pues él, desde la derecha del Padre sigue en comunión con cada uno de sus hijos dondequiera que se encuentren. Por otro lado, nuestra comunión con nuestros hermanos no puede desarrollarse en su plenitud a menos con estemos juntos.

El uso de nuestros dones espirituales puede darse a la distancia en algunos casos, pero en otros casos es muy difícil que puedan ser puestos en práctica. Esto puede atrofiar a algunos de los miembros del cuerpo de Cristo.

No obstante, como un cuerpo que ve que ciertos miembros están imposibilitados de cumplir con sus funciones y agudiza las destrezas de los demás para ayudarnos mutuamente, en el presente algunos de los miembros del cuerpo de Cristo se han fortalecido para tratar de fortalecer a los que no han podido realizar sus tareas.

Se trata de una labor provisional y que por ningún motivo debe ser considerada permanente. Nos necesitamos los unos a los otros pues nos pertenecemos espiritualmente los unos a los otros. Esto es ser el cuerpo de Cristo.

Hoy por hoy, somos llamados a nutrirnos de la cabeza que es Cristo por medio de la oración, la lectura de la palabra y la comunión con nuestros hermanos por medio de las redes sociales, pero nuestra comunión será completa cuando podamos volver a desarrollar nuestros ministerios y actividades propias del servicio del pueblo de Dios.

Conclusión

Sabiendo que somos Iglesia de Dios, Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo, podemos comprender que es posible adaptarnos a las circunstancias que estamos viviendo de manera temporal y que esto permite que ciertos aspectos de nuestra manera de ser iglesia se modifiquen. Ser iglesia no significa sólo que estemos en el templo, requiere que seamos testimonio de obediencia del Rey Jesucristo en todos los lugares donde estemos y que también nos nutramos espiritualmente por medio de la comunión a través de medios electrónicos con nuestros hermanos. En algunos casos, habrá la necesidad de buscar un nuevo espacio de servicio para nuestros dones y talentos en las nuevas circunstancias que estamos viviendo, pero siempre requeriremos volver a la unidad que surge de la comunión en un solo cuerpo.

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