Jesús estaba sentado frente al arca de las ofrendas, y miraba cómo la gente echaba sus monedas en el arca. Muchos ricos echaban mucho, pero una viuda pobre llegó y echó dos moneditas de muy poco valor. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «De cierto les digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca, porque todos han echado de lo que les sobra, pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, ¡todo su sustento!» (Mar 12:41-44)
Bonnie y Clide fueron una pareja de atracadores que a inicios de los años 30 en Estados Unidos fueron asaltando diversos bancos de aquel país. Durante dos años fueron buscados por las autoridades sin lograr dar con ellos. Durante sus primeros robos fueron bastante apreciados y admirados por la población pues aquellos delincuentes robaban a los bancos y a los ricos pero no a los pobres. Con el tiempo y conforme el número de asesinatos que cometían iba en aumento dejaron de tener el apoyo popular. Sin embargo, hasta el día de hoy muchos los consideran en buenos términos por robarles a los ricos y no a los pobres.
Esta historia me llama la atención por cuanto muestra lo que los seres humanos solemos ver a menudo. Nos fijamos en lo externo, en las formas y en la apariencia, pero no vemos el interior. Era evidente que Bonnie y Clide sabían manejar los medios de comunicación. Incluso Bonnie envió durante todo el período de sus correrías una serie de poemas a los diarios donde se auto homenajeaba. Si bien no robaban a los pobres, su intención no era generosa y no había rastros de magnanimidad en sus gestos. Simplemente sabían que robar a los bancos los hacía más populares. Muchas son las cosas que podemos hacer, no por generosidad, por bondad o amor al prójimo sino por popularidad.
En el relato de Jesús acerca de las ofrendas del templo vemos que todos ponen abundantes cantidades de dinero, pero estas no los afectan en sus vidas cotidianas. Sin embargo, lo que los mueve a dejar esas ofrendas tan voluminosas es la popularidad que presienten que tendrán entre los demás, quizás el poder que puedan adquirir por medio de sus ofrendas.
Pero en medio de ellos aparece una mujer que entrega el equivalente a un refresco y un pan de nuestros días. Dice el relato que eso era todo lo que tenía. Todo ello lo dio. Nadie lo notó o quizás algunos habrán menospreciado su ofrenda por considerarla insignificante, pero Dios sabía lo que a aquella mujer le costaba esa donación y de allí viene la exaltación que hace Jesús. Muchos pueden hacer como Bonnie y Clyde pretendiendo mostrarse magnánimos por medio de sus acciones, pero Dios conoce el corazón y sabe que sólo buscan llamar la atención de la gente. Pero a veces las acciones menos populares son las que llegan delante del corazón de Dios.
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