El pecado de la traición


Judas Iscariote, que era uno de los doce, fue a hablar con los principales sacerdotes para entregarles a Jesús. Cuando ellos lo oyeron, se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas comenzó a buscar el mejor momento de entregarlo. Marcos 14:10-11

En el noveno círculo del infierno, el corazón mismo del lugar de castigo eterno, Dante Alighieri en su poema La Divina Comedia, coloca a los traidores. Tres son los que reciben el privilegio de ser castigados por el mismo Lucifer y estos son Judas Iscariote, Marco Bruto y Cayo Casio Longino. Si bien Dante observa muchos traidores que son castigados por su pecado, considera que estos tres son los mayores traidores de la historia por cuanto atentaron contra las mayores bondades dadas por Dios.

En el caso de Cayo Casio y Marco Bruto su conspiración fue en contra de Julio Cesar quien gobernara el imperio romano unas cuatro décadas antes de que Jesús naciera en Belén. El de Marco Bruto es el caso más interesante pues fue recibido por Julio Cesar como un hijo, le fue perdonada la vida luego de que se unió a un ejército enemigo que luchó contra Julio Cesar y fue considerado por él mismo para ser su sucesor en el poder. A pesar de todo ello, Marco Bruto se alió nuevamente con los enemigos del emperador y acuchilló a su protector en los idus de marzo.

Según se cuenta mientras caía herido por las 23 puñaladas de los conspiradores, Julio César clamaba: incluso tú, Bruto, hijo mío.

Tanto Judas Iscariote, como Cayo Casio Longino y Marco Bruto murieron poco después de su traición suicidándose.

La traición es la muestra más rastrera de la maldad humana. Es atacar por la espalda a quienes nos han mostrado su amor y su apoyo. Y quizás el más alto grado de traición sea, como se imagina Dante Alighieri, el que se da contra Dios y sus bondades.

Cuando nosotros vivimos y disfrutamos de las bondades de Dios y sin embargo, nos aliamos con aquellos que atentan contra la voluntad de Dios, nos volvemos como Judas Iscariote o Marco Bruto. Recibimos los dones y las bondades de quien sabemos que más adelante daremos la espalda con nuestras actitudes.

Lo opuesto de la traición es la fidelidad. No se trata de ser fieles a lo malo, pero sí de ser fieles a quienes se han mostrado justos y bondadosos con nosotros y por sobre todos los hombres, mostrarnos fieles a Dios quien se ha mostrado justo y misericordioso para con nosotros siempre.

La traición no requiere solamente un cuchillo o recibir 30 piezas de plata para ser reconocida. Se la reconoce en las personas que hablan mal a nuestras espaldas. Es cuestión de tiempo que esa traición se eleve hasta niveles de los cuales no puedan huir. La fidelidad, que es fruto del Espíritu Santo, debe marcar siempre nuestra manera de vivir.

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