La Mayordomía


Como un cuarto desordenado donde no se puede encontrar nada y donde vivir parece arriesgado es la vida de una persona que no sabe administrar correctamente los dones que Dios le ha encargado. Cabe advertir al respecto que cada uno de nosotros somos llamados a realizar una adecuada administración de los bienes recibidos.

De Dios, nuestro Padre, no sólo recibimos la vida o la salud. De Él también vienen el tiempo que tenemos, las habilidades y talentos que nos caracterizan y el dinero de que disponemos. De cada uno de ellos deberemos dar cuentas a Dios respecto de la manera cómo los administramos. Uno de los texto más importantes al respecto en la Biblia es este:

Respondió el Señor: —¿Dónde se halla un mayordomo fiel y prudente a quien su señor deja encargado de los siervos para repartirles la comida a su debido tiempo? Dichoso el siervo cuyo señor, al regresar, lo encuentra cumpliendo con su deber.

Les aseguro que lo pondrá a cargo de todos sus bienes. Pero ¡qué tal si ese siervo se pone a pensar: “Mi señor tarda en volver”, y luego comienza a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y emborracharse!

El señor de ese siervo volverá el día en que el siervo menos lo espere y a la hora menos pensada. Entonces lo castigará severamente y le impondrá la condena que reciben los incrédulos.

(Luc 12:42-46)

Analicemos por ahora dos de estos elementos: la administración del tiempo y la administración de los dones recibidos.

1. Administración del tiempo

El tiempo de vida que tenemos, sea corto o largo nos ha sido establecido por el Señor. A cada uno de nosotros nos espera el tiempo que Él en su infinita bondad, considera es el más adecuado. No obstante, cada uno de nosotros, como mayordomos del tiempo recibido, daremos cuenta de lo que hemos hecho con el tiempo que nos fue dado en esta tierra. Es por esta razón que se vuelve importante saber administrar adecuadamente esta área de nuestra vida.

No es cuestión de pasar todo el tiempo en la iglesia o en actividades “espirituales”. De lo que se trata es de saber distribuir adecuadamente nuestro tiempo entre las distintas responsabilidades que tenemos, dándoles prioridad a aquellas que tienen más importancia como son:

  • Nuestro crecimiento espiritual.
  • Nuestra familia.
  • Nuestro trabajo.

Cada uno de nosotros puede añadir unos u otros, pero lo importante es que sepamos distribuir nuestro tiempo de manera óptima entre todas las actividades que debemos realizar. Lo grave es la pérdida de tiempo. Dice un pensador: pierde una hora en la mañana y estarás buscándola todo el día.

2. Administración de nuestros recursos

Por recursos hacemos referencia a las habilidades y talentos que cada uno de nosotros poseemos. Estas habilidades deben ser motivo de gratitud de nuestra parte y, además, motivo de preocupación en el sentido de “cómo estoy aprovechando y administrando mis habilidades”.

En la parábola de los talentos vemos que el Señor exige de cada uno de aquellos a los que les fue dado una determinada cantidad de dinero que le sea devuelto lo que ha dado más alguna ganancia. El primero y el segundo dan el doble de lo que han recibido mientras que el tercero da exactamente lo que ha recibido. Así como podemos aplicar esta parábola para la manera cómo invertimos nuestro tiempo, también podemos usarla para meditar en la manera cómo estamos sacándole provecho a nuestras habilidades.

Cada persona tiene una habilidad, pero estas no son nada si no las sabemos desarrollar y maximizar. Esto sólo lo podemos lograr si aplicamos tres cosas:

Preparación

Es decir, dar a nuestras habilidades las herramientas que provienen de una carrera o de una capacitación específica. Hoy en día, más que nunca, las habilidades no son suficientes pues hay millones de personas que pueden poseer las mismas habilidades que nosotros. Lo que nos hace valiosos es la preparación que le demos a nuestra habilidad por medio de la educación. Decía Benjamin Disraelí: El secreto del éxito en la vida de un hombre está en prepararse para aprovechar la ocasión cuando se presente.

Capacitación

No basta con haberse preparado en el pasado, en el colegio o en la universidad. En un mundo en el cual la tecnología avanza a pasos agigantados, dejar de capacitarse es anularse inmediatamente. Entregar réditos por las habilidades que hemos recibido, en ocasiones también implica seguirse capacitando de manera continua. Dice Edward benjamin: Aprender es como remar contra corriente: en cuanto se deja, se retrocede.

Esfuerzo

La habilidad no hace nada por sí misma. Nosotros, con esfuerzo le sacamos el máximo potencial. Es notable que en el texto de Josué 1:9 Dios mande a Josué a esforzarse para poder cumplir con la tarea que Dios le ha encomendado. Muchas veces nos enfocamos sólo en la última parte de este versículo: yo estaré contigo dondequiera que tú vayas. Esto último es cierto, pero también lo es el llamamiento a esforzarnos. Sólo es cuestión de voluntad. Decía al respecto Albert Einstein: Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad

Preguntas para reflexionar

Haciendo un análisis apropiado, ¿cuántas horas al día pierdo en actividades irrelevantes?

Si reviso mi actual manera de distribuir el tiempo ¿Qué es lo más importante para mí, es decir, a qué le dedico más tiempo?

¿He considerado capacitarme?

¿Qué me ha impedido?

¿Qué pienso hacer para cambiar esta situación?

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