Cristo en un cuadro de Chagall


En el período de entre guerras y cuando era inminente el triunfo del partido NAZI en Alemania el Pintor ruso radicado en Paris Marc Chagall pintó un cuadro denominado White Crucifixion. Embebido como estaba de las corrientes artísticas de su tiempo tales como el dadaísmo o el surrealismo, Chagall presentó en sus obras rasgos de esta influencia aunque no por ello dejó de lado su propia singularidad. Chagall siempre estuvo convencido de que el arte era una manera de buscar a Dios. Por esto, no resulta extraño que trate temas religiosos en algunos de sus cuadros. Sin embargo, el caso particular de la “crucifixión blanca” nos llama la atención por el hecho de que Chagall era judío. En el cuadro podemos descubrir diversos elementos propios de la tradición judía, sin embargo, el centro mismo de la obra se halla copado por la imagen del Cristo Crucificado. Los elementos retratados alrededor del Cristo nos hacen ver la situación política y social que se está viviendo durante aquel año de 1938. Vemos ejércitos enarbolando banderas rojas, sinagogas judías siendo destruidas y saqueadas. Ciudades incendiadas. Gente huyendo en barco. Judíos escapando en unos casos y como buscando algo en otros. Sin embargo, todos parecen estar dándole la espalda al Cristo que se halla en el centro. Es como si toda aquella humanidad por la cual Cristo había sido crucificado no se diera cuenta o no quisiera mirar hacia aquel que atraviesa nuestro mundo y nuestra historia. La sugerencia es muy fuerte: Tal vez, si volvemos nuestros ojos a Cristo obtendremos la paz que todos buscamos. Este cuadro describe magistralmente, pienso, lo que es el tema central de Efesios 2:11ss, es decir que “Cristo es nuestra paz”. No sólo la paz tan ansiada en el período de las dos guerras mundiales sino también la paz para con Dios. Hay una luz en el cuadro de Chagall que cae desde lo alto e ilumina a Cristo. Ahora, el crucificado parece abrirnos las puertas, no sólo hacia nuestro prójimo sino también hacia Dios mismo. Desperdigados por todos lados hallamos elementos propios de la tradición judía. Elementos religiosos que como cualesquiera otros carecen de sentido sin Cristo. No son los elementos religiosos los que nos encaminan a la paz –ni siquiera Cristo en tanto artilugio religioso-. Es sólo el volvernos hacia el Crucificado lo que consigue derribar el muro de enemistad que nos separaba. Volvamos, pues, nuestros ojos a Cristo.

Referencia:

http://www.revistabuenanueva.com/index.php?option=com_content&view=article&id=225:la-crucifixion-blanca&catid=41:arte&Itemid=72

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